Buenos días para aquel al que le esté permitido tenerlos, buena suerte para el resto. Un nuevo día amanece en este mundo, que, sin quererlo, ha dejado de serlo. Hemos perdido la partida que no sabíamos que jugábamos; los principios y las leyes escritas en papel, del papel no han salido, y a la hora de desenfundar su espada se han escondido detrás de la balanza.

Se han aliado con el enemigo, han vendido su alma a la avaricia y la codicia del poder. Los valores han cambiado: el honor del caballero, el respeto y la fidelidad a unos ideales son palabras en boca de pobres, ahora son los buitres los que gobiernan.

Historia de amor del s.XXVII

Nadie me había avisado aquella mañana de que aquel sería el día en que mi vida cambiaría de rumbo, dejaría atrás la vía de la soledad para adentrarme en una nueva idea de vida en conjunto. Ignorante de ello, desayuné y me vestí como de costumbre, una vestimenta para nada adecuada a la ocasión. El día transcurriría como de costumbre, que daría paso a la noche que jamás olvidaré.

La conocí en una ciberfiesta, que es como una discoteca, pero por internet. Desde que vi su avatar supe que quería conocerla. Empecé a buscar mil formas de acercarme a ella. Una sensación de nerviosismo recorrió mi cuerpo que derivó en sudor y tembleque de mis dedos cuando procedía a dar la orden a mi avatar de moverse hacia el de ella. Una vez allí, ella se encargó de abrirme chat:
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