Todo comenzó un día como otro cualquiera, con el sonido de mi despertador, a las 7:35. El mismo despertador que repetiría ese sonidito tan odioso cada 5 minutos hasta las 11 de la mañana. Es la ventaja de ser estudiante de una universidad donde los profesores no valen ni para ser funcionarios: te puedes quedar durmiendo sin remordimiento de conciencia.
Después de un merecido desayuno por mi ajetreada y trabajosa mañana, como buen español, decido encender la tele. Canal tras canal, todos hablaban de lo mismo: ¡Crisis! Crisis viene crisis va. Mis ojos no lo podían creer, el pueblo español, por fin se había dado cuenta de la gran crisis que atraviesa España: